ZARAGOZA


 ZARAGOZA DE BENITO PEREZ GALDOS



    

Zaragoza es la sexta novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Continúa la historia del anterior capítulo de la serie, Napoleón en Chamartín. Mezclando de nuevo ficción y realidad histórica, la novela narra el segundo sitio de Zaragoza, acaecido en enero y febrero de 1809, durante la Guerra de Independencia entre España y Francia. El protagonista vuelve a ser el gaditano Gabriel de Araceli.

Gabriel, con otros compañeros, se fuga de sus carceleros franceses cuando era llevado a Madrid y todos acuden a Zaragoza, donde se prepara la resistencia contra el invasor por segunda vez.
Allí conoce, entre otros personajes curiosos, a don José de Montoria, y se hace íntimo amigo de su hijo, Agustín, que es de su edad. Los preparativos para la defensa de la ciudad, a cargo del general Palafox, discurren en un ambiente desenfadado, con continuos recuerdos al primer sitio, del que, unos meses antes, los zaragozanos salieron victoriosos.
La familia Montoria, una de las principales de Zaragoza, pretende que Agustín siga la carrera religiosa, para lo cual se está formando. Pero el joven corteja en secreto a María, la hija del tío Candiola, un usurero de la peor especie, muy odidado en toda la ciudad y enemigo declarado de José de Montoria. Agustín está decidido a abandonar la carrera religiosa para casarse con María, pero teme la reacción de su padre.

 
 
Muy pronto comienza el asedio, y la novela se centra principalmente en la descripción de las escaramuzas bélicas, dejando de lado las historias personales y sentimentales, que en este episodio tienen una importancia mucho menor que en los anteriores (por ejemplo, Inés, la amada de Gabriel, no aparece mencionada ni una sola vez). La situación en Zaragoza se va deteriorando con rapidez, debido a la falta de alimentos, la superioridad técnica y material de los franceses y una importuna epidemia de fiebre amarilla que diezma a la población.
El tono inicial de la novela, festivo y patriótico, va dando paso a otro más sombrío y tremendista, inédito hasta el momento en la serie, con descripciones terribles de la crueldad de la batalla y de la situación desesperada de Zaragoza.

 
El tío Candiola, que en todo momento ha rehusado contribuir a la defensa de la ciudad y sólo se ha preocupado por salvaguardar sus intereses, se ve en la calle cuando los bombardeos franceses destruyen su casa, como la mayoría de las de la ciudad. Arruinado y amargado, despreciado por sus conciudadanos, termina por venderse a los franceses, indicándoles un pasadizo subterráneo secreto en una de sus posesiones que posibilita al ejército francés la toma del convento de San Francisco, un lugar estratégico para dominar la ciudad.
A esas altura, la batalla se ha convetido en una cruel lucha sin cuartel calle por calle, casa por casa, desconocida hasta entonces por el ejército francés. La caída de San Francisco marca el punto final de las sucesivas pérdidas de los defensores.
Acusado de traición, un consejo de guerra ordena la ejecución del tío Candiola, con tan mala fortuna que el pelotón de fusilamiento debe mandarlo Agustín de Montoria. Enterada del hecho, María le pide clemencia para su padre, e incluso llega a proponerle que ayude a huir al traidor. Agustín se niega, lo que le cuesta el odio de María, pero, asqueado, decide abandonar su puesto en el ejército de voluntarios. Es Gabriel el que, en una patética escena, termina mandando el pelotón de fusilamiento.

 
Al final, el 21 de febrero, tras dos meses de asedio, con Zaragoza reducida a un montón de ruinas y la población diezmada, la ciudad se rinde. El ejército francés toma los últimos reductos, espantados por lo que encuentran: "el ejército imperial, más que vencedor, se considera sepulturero". Gabriel y Agustín entierran a María, muerta en mitad de la calle.
Tras la rendición, Gabriel, enfermo y herido, abandona la ciudad ruinosa con lo poco que queda de la guarnición.
 
LA MANUELA SANCHO
 
 
María Manuela Luna y Sancho, de unos veinticuatro años en junio de 1808, participó activamente durante el primer sitio de Zaragoza, realizando tareas de avituallamiento a las tropas que defendía la ciudad. Ante la feroz ofensiva del ejército francés, durante el segundo asedio de 1909, no dudó en tomar las armas, destacándose en la defensa del convento de San José. Herida en combate, fue dada por muerta al quedar bajo las pilas de cadáveres de los combatientes. Fue recompensada por el distintivo de la cinta escarlata y una pensión de dos reales, con la cual malvivía. Fallecida en el año de 1863, descansa junto a las otras dos heroínas, Agustina Zaragoza (de Aragón) y Casta Álvarez, en la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo, en Zaragoza.
 
 
 
 

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